Tradúceme.

jueves, 28 de diciembre de 2017

La sal...

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Soy la sal- dijo ella.
-¿La sal, qué quieres decir?- preguntó él.
-Cuando se hace un pastel, o galletas, se añade un poco de sal, algo minúsculo, solo lo que cabe entre los dedos. Se pone una pizca -dijo ella.
-¿Para qué?- volvió a preguntar él.
-Esa porción diminuta de algo salado entre el azúcar, los huevos y la harina, potencia el sabor dulce, hace que lo aprecies mejor, que lo disfrutes más- explicó ella.
 Él la miraba, sin comprender muy bien qué trataba de decir, con aquella expresión tan suya que venía a decir "a ti no hay quien te entienda". Ella lo miraba, con media sonrisa en los labios, con los ojos brillantes, húmedos.
-Así que la sal hace que el pastel esté más bueno ¿eso es lo que quieres decir? ¿vas a darme una lección de repostería?-dijo él sonriendo.
-Hace que el pastel sea perfecto, que si ya era bueno de por si, sea mucho mejor. Por eso yo soy la sal. La que añades a tu vida, y que, hace que lo que tienes sin mi, sea incluso mejor... Existo, para que seas feliz sin mí. No me necesitas, solo soy un pequeño complemento. Me tienes, para recordarte cada día que es a ella a quien no quieres perder.
Él guardó silencio, y una a una, beso la sal, de las lágrimas que ella derramaba...