Tradúceme.

viernes, 26 de agosto de 2016

¿De un libro?

Alargaste una de tus manos hasta mi pelo, encontraste las horquillas que lo sujetaban, y mientras mi melena se derramaba te lo llevaste a los labios.
He querido hacer esto desde que te vi esta mañanasusurraste en mi oído.
Yo no podía respirar, sentía el corazón en la garganta y el atizador resbaló de mi mano. Tu boca, en apenas un segundo, fue desde mi oído a mi boca. Y esta te recibió como se recibe a un recién llegado tras una larga espera, con el anhelo y la añoranza de lo que hace mucho que no se tiene. Con el deseo y la pasión con la que se espera a quien se ama. Tus labios alimentaron un fuego que ni siquiera supe que se había iniciado, hasta que no me quemó en las entrañas. Una de tus manos en mi cabeza mantenía mi boca unida a la tuya con fuerza, aunque yo no quería que se separasen. La otra en mi cintura pegaba mi cuerpo al tuyo, adaptándolo a el, hasta que sentí que encajábamos como piezas perdidas de un puzle que por fin se encuentran.